En el alambre
«Trabajar con alambre es como dibujar en el aire»
Esta fascinación por el alambre comenzó sin yo saberlo cuando aún era una niña. Cuando con la nariz pegada a la ventanilla admiraba ensimismada las siluetas en negro que surgían del paisaje a la luz del atardecer, las estaciones de tren, las vías y el tendido de cables y estructuras de metal dibujados en el cielo, los postes de telefonía y sus guirnaldas de pajaritos, las líneas infinitas de las torres de alta tensión, las grúas, las fachadas de galerías y balcones, las celosías, los enrejados, las norias, las jaulas antiguas… Mi debilidad por los viejos invernaderos y sus finas construcciones de hierro y cristal llenas de magia y de luz, mis queridos árboles de invierno, tan ligeros, tan perfectos y delicados que tantas veces he garabateado… Las flores silvestres, los culantrillos, las trepadoras y sus zarcillos…
El alambre es un material tosco y rebelde que trabajado con amor y paciencia se transforma en piezas de una ligereza y una delicadeza maravillosas. Cada objeto que sale del taller está creado y realizado por mí a mano utilizando la técnica del atado sin soldadura. Moldear con mis manos un elemento tan antiguo, tan puro y sacado de las entrañas de la tierra como es el hierro y sentir su olor y su fuerza tiene algo especial, algo primitivo que me emociona.
Es un trabajo lento, minucioso, dedicado… que te regala resultados sorprendentes y mágicos cada vez.
Utilizo telas, fibras naturales, papel, porcelana, cristal y abalorios para dar calidez a la crudeza del alambre. Adoro la combinación de materiales rústicos y delicados, nuevos y antiguos. Disfruto encontrando la armonía en las proporciones, recreando formas recuperadas de otros tiempos, volúmenes inesperados, siluetas llenas de magia que surgen donde antes no había nada.
Cada pieza necesita su tiempo y no hay dos iguales. Son piezas únicas. Sus irregularidades dan pie a la improvisación y a la belleza de la imperfección que tienen las cosas hechas a mano. Son piezas ligeras, firmes pero frágiles, y por ser el alambre un material muy dúctil, para que conserven la belleza de su forma hay que tratarlas con mucho cuidado, como al cristal más fino o a la flor más delicada.
En el alambre
«Trabajar con alambre es como dibujar en el aire»
Esta fascinación por el alambre comenzó sin yo saberlo cuando aún era una niña. Cuando con la nariz pegada a la ventanilla admiraba ensimismada las siluetas en negro que surgían del paisaje a la luz del atardecer, las estaciones de tren, las vías y el tendido de cables y estructuras de metal dibujados en el cielo, los postes de telefonía y sus guirnaldas de pajaritos, las líneas infinitas de las torres de alta tensión, las grúas, las fachadas de galerías y balcones, las celosías, los enrejados, las norias, las jaulas antiguas… Mi debilidad por los viejos invernaderos y sus finas construcciones de hierro y cristal llenas de magia y de luz, mis queridos árboles de invierno, tan ligeros, tan perfectos y delicados que tantas veces he garabateado… Las flores silvestres, los culantrillos, las trepadoras y sus zarcillos…
El alambre es un material tosco y rebelde que trabajado con amor y paciencia se transforma en piezas de una ligereza y una delicadeza maravillosas. Cada objeto que sale del taller está creado y realizado por mí a mano utilizando la técnica del atado sin soldadura. Moldear con mis manos un elemento tan antiguo, tan puro y sacado de las entrañas de la tierra como es el hierro y sentir su olor y su fuerza tiene algo especial, algo primitivo que me emociona.
Es un trabajo lento, minucioso, dedicado… que te regala resultados sorprendentes y mágicos cada vez.
Utilizo telas, fibras naturales, papel, porcelana, cristal y abalorios para dar calidez a la crudeza del alambre. Adoro la combinación de materiales rústicos y delicados, nuevos y antiguos. Disfruto encontrando la armonía en las proporciones, recreando formas recuperadas de otros tiempos, volúmenes inesperados, siluetas llenas de magia que surgen donde antes no había nada.
Cada pieza necesita su tiempo y no hay dos iguales. Son piezas únicas. Sus irregularidades dan pie a la improvisación y a la belleza de la imperfección que tienen las cosas hechas a mano. Son piezas ligeras, firmes pero frágiles, y por ser el alambre un material muy dúctil, para que conserven la belleza de su forma hay que tratarlas con mucho cuidado, como al cristal más fino o a la flor más delicada.
De guirnaldas, flores, luces y colores...
- Las guirnaldas son color y alegría danzando en el aire
- Pasión por el baile, las fiestas, los amigos, la reunión…
- Son juerga y diversión
- Las guirnaldas son la ilusión de la infancia
- Alma de funambulista, volatines de alambrista, la cuerda floja, la magia…
- Son juegos de niña eterna y emoción
- Las guirnaldas son hilos de luz, de flores, de sutiles colores
- El rayo de sol que anima tu cuarto, su cuna, cada rincón…
- Son las pompas de jabón
- Te ofrezco guirnaldas hechas a mano, de cuerdas naturales y telas nuevas, antiguas y recuperadas, en ediciones limitadas.
- Son muy versátiles y fáciles de intercambiar, de poner y de quitar.
- Se pueden usar una y otra vez, y te durarán toda la vida si las cuidas bien.
- Y al ser de tela, no se estropean cuando llueve y se mojan como las demás.
Cuatro hijos, cinco gatos y un jardín
Desde niña me ha gustado hacer y crear cosas con las manos. Me produce una satisfacción que no sé bien explicar. Los que me conocen saben que siempre tengo proyectos y labores entre manos, que disfruto haciendo las cosas yo misma, que si me sueltas en una ferretería, en una mercería, en una tienda de telas, de bricolage, de jardinería… mi mente se pone a mil.
Estudié Publicidad y Relaciones Públicas, y tiempo después Educación Infantil, y aunque trabajé varios años en los dos campos no conseguí apasionarme por ninguno. Solo pensaba en salir y enredarme entre pinturas, herramientas, telas, cachivaches… Restaurar, decorar, que todo lo que me rodea sea bonito es una pauta para mí. De modo que cuando pasados los años llegaron los niños, los gatos y el jardín, el profundo deseo de cuidarlos y disfrutar de ellos trabajando desde casa, unido a mi pasión por la decoración y el trabajo hecho a mano, me llevaron a dar por fin con lo que quería hacer de verdad.
- Siempre con Calder en la cabeza, y tras descubrir el trabajo de Pascale Palun y Marie Christophe, dos artistas francesas geniales y maravillosas a las que admiro con devoción, me enganché para siempre a la ligereza y la delicadeza del alambre.
- No era el trabajo para el que me había preparado pero era el que había deseado tener toda mi vida.
- Decidí aprender. Investigué y practiqué. Practiqué y practiqué y practiqué y seguí practicando como una loca hasta que en 2012 me lancé con el alambre bajo el nombre de Sur le Fil.
Las guirnaldas son otra historia. Siempre me habían gustado y las hacía para decorar las fiestas de cumpleaños de mis hijos: guirnaldas, globos, merendola y…¡mi jardín es una juerga! En 2012 con una amiga iniciamos el proyecto de guirnaldas Under the Tree y aunque un tiempo después ella tuvo que dejarlo, decidí seguir adelante con mucha ilusión uniendo alambre y guirnaldas en Sur le Fil. Más tarde cambié a Teresa Abaitua.
I love rock'n'roll
Así que ahora cuando me preguntan que a qué me dedico, aunque me gustaría decir que soy alambrista, digo que hago cosas. Cosas con alambre y guirnaldas. Diseñadas y hechas a mano por mí en mi taller a las afueras de Madrid a mi ritmo y a mi aire. Con la música que adoro sonando a todo trapo, una taza de té hirviendo siempre a mano y la compañía de alguno de los gatos dormitando cerca de mí.
Si te apetece puedes seguir la música que yo escucho en la cuenta de spotify que he abierto especialmente para vosotros y que contiene listas por años y por décadas con canciones que me chiflan. Pop, power pop, rock’n’roll, new wave. punk, garage… Están sin terminar así que seguirán creciendo cada día. Espero que las disfrutéis tanto como yo. Aquí tenéis una muestra.